Son muchos y grandes los esfuerzos realizados por nuestro país en el ámbito de la educación y la promoción del uso saludable y responsable de Internet, las redes sociales (RRSS) y, por extensión, las Tecnologías para la Información y la Comunicación (TIC). Sin embargo, sigue constituyendo uno de los grandes desafíos a los que hasta el día de hoy nos enfrentamos como sociedad, especialmente en el ámbito de la infancia y la adolescencia.
Durante la pandemia del COVID-19 se evidenció el impacto de la tecnología en la adolescencia, modificándose los hábitos del uso de Internet y las RRSS, el consumo de videojuegos y el juego online, así como diferentes prácticas de riesgo nuevas, por así decirlo, en nuestros hogares y familias. Todo ello posibilitó también conocer a fondo las motivaciones y entender el papel que la tecnología desempeña en sus vidas.
De ese entendimiento, se derivaron miles de horas dedicadas a conferencias, talleres, conversatorios entre otras técnicas extensibles a todos los niveles de enseñanza, centros estudiantiles, proyectos sociales e instalaciones de Joven Club a todo lo largo y ancho del país. Con ello se ha intentado promover un modelo de prevención comunitario, en el que todos deben sentirse protagonistas y responsables en el diseño y puesta en marcha de las políticas que demandan los nuevos tiempos y los valores que promueve el Estado cubano con este fin.
La constante y creciente preocupación de las familias, educadores e instituciones relacionadas con el mundo de las TIC ha hecho posible concientizar los severos trastornos y consecuencias que trae un mal uso de las tecnologías en esta sensible etapa de vida. El uso de las mismas supone un aporte trascendental innegable y casi imprescindible para los adolescentes, tanto a nivel social como emocional. Los ayuda a conectarse con el entorno cercano y remoto además de encontrar diversión, ocio, apoyo y bienestar emocional, toda una gama de opciones en el que prevalecen las experiencias positivas y sin el que hoy es prácticamente imposible vivir.
En muchos casos, llama la atención el poco nivel de supervisión que parecen estar ejerciendo madres y padres, no del todo conscientes de su papel rector en el uso de los dispositivos, de la necesidad de control y de establecer buenas prácticas digitales en el hogar. Un claro ejemplo lo constituye el uso de algunos videojuegos como una de las principales vías de ocio, que conllevan importantes implicaciones a nivel de salud y de convivencia. Muchos adolescentes podrían estar haciendo un uso desmedido y sin supervisión de videojuegos no recomendados para su edad.
Se impone desde nuestra posición, como docentes e instructores, reflexionar a fondo sobre este tema, ser creativos e incentivar las buenas prácticas en el uso de las tecnologías entre los niños, adolescentes y jóvenes de la comunidad. Identificar distorsiones y mala praxis para buscar soluciones tempranas y definitivas. El papel de los Joven Club de Computación y Electrónica se traduce vitalmente de avanzada en este sentido.
Les invito a todos a pensar… y a actuar.