En medio de la calma que precede a la tormenta, conocimos a una pequeña guerrera en la sala de Oncología y Hematología del hospital La Colonia. Su sonrisa, cargada de una luz propia, lograba eclipsar cualquier sombra a su alrededor. A través de su amor por las películas de muñequitos y la complicidad infinita con su madre, nos recordó que, incluso en los entornos más difíciles, la esperanza y la alegría pueden florecer. Esta experiencia, impulsada por el Proyecto Esperanza de Joven Club Santiago de Cuba, se convirtió en un faro que hoy, tras el huracán Melissa, nos guía con más fuerza que nunca.
Esa niña carismática, cariñosa y “sabichosa”, con su risa contagiosa y su mundo lleno de fantasías cinematográficas, simboliza la esencia de nuestra misión. En su mirada y en la de su madre, encontramos un amor tan profundo que trasciende las circunstancias. Ahora, frente a los escombros y desafíos que dejó el huracán Melissa, su ejemplo nos impulsa a seguir adelante. Los huracanes pasan, derriban estructuras y alteran la normalidad, pero no pueden destruir los sueños ni la capacidad de soñar.En Joven Club Santiago de Cuba, nuestro objeto social se convierte en un puente hacia la resiliencia. A través de la tecnología, los videojuegos, las películas animadas y los espacios de creación, llevamos consuelo, inspiración y conexión a quienes más lo necesitan. Porque, en momentos de adversidad, un rayo de esperanza puede surgir desde una pantalla, un juego compartido o una historia que transporte a otros mundos. Trabajamos por ellos, por esos niños que, como nuestra pequeña guerrera, nos enseñan que la alegría es un acto de valentía.
La sonrisa de aquella niña, capturada fugazmente por nuestra cámara pero grabada para siempre en nuestro corazón, es el motor que nos mueve. Nos recuerda que, después de la tormenta, siempre existe la posibilidad de renacer. En Joven Club Santiago de Cuba, levantamos techos, secamos pisos y reconstruimos caminos, pero sobre todo, cultivamos sueños. Porque nuestro mayor logro no es solo reconstruir lo material, sino alimentar el alma de quienes enfrentan sus propias batallas. La tecnología, en nuestras manos, es más que una herramienta: es un abrazo digital, un refugio de alegría y una promesa de que, juntos, podemos iluminar incluso los días más oscuros.