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Joven Club: Aprender y crecer juntos

Joven Club: Aprender y crecer juntos

Joven Club: Aprender y crecer juntos

Papi siempre ha sido un furtivo aprendedor. Cuando otros solo vemos los documentales, él está ahí buscándole la quinta pata al gato para educarse. Un buen día cogió una libreta y salió. Mi mamá y yo nos quedamos extrañadas; dijo que iría a aprender computación en un Joven Club. En la casa no había computadora, pero eso no lo iba a frenar. Por varios meses, ciertas noches se armaba de bicicleta y libreta en mano e iba hasta el Joven Club que está al lado del Mausoleo de Artemisa. Así pasó un curso de Operador de Micro, y nosotras junto con él, porque siempre llegaba contando sus aprendizajes. Al fin, llegó a la casa sonriendo y con un título. Como él, muchos se graduaron por aquellos días; la familia cubana se adentraba en el mundo de la computación, apenas sin máquinas en la casa. Bien puesto tenía el eslogan: allí estaban las computadoras de las familias. Hoy, con una realidad distinta, los Joven Club son modernos; tienen mejor tecnología y guardan espacio a pequeños y adultos. A sus 33 años se notan rejuvenecidos, porque extendieron sus servicios a la comunidad. La Mochila ha sido uno de los incentivos en aras de progresar y desarrollarse. Pero, sin dudas, la plataforma Reflejos, ya con 30 000 usuarios y más de 700 000 visitas mensuales, le dio un vuelo mayor a los Joven Club, más allá de clases y tiempos de máquina. No obstante, siempre existirán los profes como Raudel Romero, quien por más de 30 años ha enseñado a algunos desde encender una computadora hasta programar. Gracias a gente como él mi papá luego pudo enseñarme, porque los Joven Club son instituciones diseñadas para aprender y crecer juntos, donde sumar tutoriales implica marcar generaciones.
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